Todo empezó, cuando David, a la sazón un jovencísimo pastor de la tribu de Judá, mató con una piedra de su honda a Goliat, el gigante filisteo que tenía amedrentado al ejército israelita. Admirado por la hazaña del muchacho, el rey Saúl lo hizo traer a su presencia para conocerlo. Al concluir el encuentro –cuenta la Biblia-, "el alma de Jonatán (hijo del monarca) se apegó a la de David y le amó Jonatán como a sí mismo. Jonatán hizo pacto con David, pues le amaba como a su alma, y quitándose el manto que llevaba, se le puso a David, así como sus arreos militares, su espada, su arco y su cinturón".
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